martes, 5 de febrero de 2008

MIÉRCOLES DE CENIZA

La palabra clave de toda la Cuaresma es CONVERSIÓN. Se repite continuamente, con palabras, con símbolos y signos…
La conversión es el cambio del corazón. No basta con darse golpes de pecho, con ayunar y echar ceniza en la cabeza. No es suficiente rasgar el vestido, hay que “rasgar el corazón”.

Si tienes el corazón duro, tienes que ablandarlo. Si llega a ser de piedra, tienes que romperlo y pedir que se convierta en un corazón de carne.
Si tienes el corazón viejo, tienes que rejuvenecerlo y revitalizarlo, hasta conseguir un corazón nuevo.
Si tienes el corazón sucio, tienes que purificarlo, hasta que llegues a ser limpio de corazón. Para purificarlo se necesita el agua limpia, el fuego y sobre todo, el Espíritu.
Si tienes el corazón pequeño, ruin, tienes que estirarlo y hacerlo crecer, que sea un corazón grande, ensanchado y dilatado, como el de Abraham, como el de Jesús, como el de Pablo, como el de M. Carmen, para que quepan en él todos los hermanos.
Si tienes un corazón inflado, orgulloso, tienes que vaciarlo y podarlo, quitarle sus humos y grandezas, hasta hacerlo humilde y ponerlo a servir, como el de Cristo.
Si la palabra clave es la CONVERSIÓN, también hay una petición para que repitas a lo largo de todo este camino cuaresmal:
“¡CONVIÉRTEME, SEÑOR! ¡HAZ MI CORAZÓN SEMEJANTE AL TUYO!”