Almudena y Cristina estuvieron el verano pasado de voluntarias, en el Campo de Trabajo de Pozoblanco (Córdoba). Ya son voluntarias veteranas, y ellas mismas manifiestan que esto de darse a los demás "engancha" y ayuda personalmente. La felicidad que aporta es inigualable a otras muchas cosas que se hacen durante el año. Gracias por vuestro testimonio y nunca olvidéis que "hay más alegría en dar que en recibir".Aunque está redactado en primera persona, nos escriben las dos: “Vas a recibir más de lo que das”, esta es una de las frases que más me llamó la atención cuando me explicaron en qué consistía la aventura en la que me embarqué el verano pasado, el campo de trabajo; y realmente así fue, por eso decidí repetir la experiencia que ahora comparto con vosotros.
Un grupo de voluntarios nos disponíamos a pasar diez días de nuestro verano en Pozoblanco para conocer el CAMF, un centro de discapacitados físicos donde acudíamos mañana tarde y noche para realizar distintas actividades que hacen que el día a día de los que allí viven y también el nuestro sea un poco diferente.
Durante este tiempo creamos fuetes lazos entre nosotros, nos sentimos grupo y compartimos ilusiones, expectativas, sueño ,cansancio y momentos de oración que ayudan a dar sentido a nuestra labor y a todos los sentimientos que surgen dentro de nosotros cada día porque la experiencia es fuerte, positiva y deja huella . Aprendes que la vida no se basa en lo superficial, en lo que aparentemente podemos percibir con los sentidos. Todo cambia si lo miramos con otros ojos, con una mirada mas profunda y sincera que te permite observar aquello que se esconde detrás de cada persona, aquello que te hace pensar y vivir con sentido.
Recuerdo una de las historias que leímos en la oración, la cual me dio mucho que pensar. Era un campo de batalla, en él había un soldado herido. Cuando uno de sus compañeros se enteró pidió permiso para ir a buscarlo. El teniente le dijo que no quería que él arriesgase su vida por un hombre que probablemente estaría muerto. El soldado no haciendo caso a la prohibición salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo. El oficial estaba furioso, y le dijo que ya él le había advertido de que el soldado había muerto, y le preguntó: ¿merecía le pena ir allá para traer un cadáver? y el soldado moribundo respondió: ¡claro que si señor! Cuando lo encontré todavía estaba vivo y pudo decirme: ¡Estaba seguro de que vendrías!
Esta historia me dio mucho que pensar. Dentro de aquel relato había una luz que te permitía ver a aquellas personas que en aquellos días habían estado esperándonos para que pudiéramos robarles un poquito de su tiempo. Pero la sorpresa fue otra, cada uno de los voluntarios nos dimos cuenta de lo que cada uno de los residentes escondía.
En realidad, la verdad era que al haber estado un día tras otro con ellos, pudimos darnos cuenta de que no sólo ellos necesitaban nuestra ayuda y nuestra escucha, si no que nosotros también necesitábamos oír esas palabras: estaba seguro de que vendrías. Necesitábamos de ellos para ver más allá, aquello que se escondía tras ellos, y desde aquí os digo a cada uno de vosotros y de todo corazón: sabía que estarías ahí para darme una sonrisa.
Puedo decir que ,aun siendo yo la “voluntaria”, he recibido más de lo que he dado pero eso es algo que cada uno debe experimentar por sí mismo, por eso os animo a que os apuntéis al campo de trabajo 2010, ¡merece la pena!
Cristina Santos Sánchez y Almudena Moreno Vallés