Los días 16 y 17 de abril tuvo lugar la ASAMBLEA DEL MOVIMIENTO CONCEPCIONISTA MISIONERO, en Santa Fe (Granada) Un encuentro intenso y estupendo, donde los jóvenes concepcionistas pudimos compartir vida, experiencias, fe y sueños.
Dos alumnas del colegio de Burgos nos envían un sencillo artículo con lo vivido en este encuentro. ¡GRACIAS!
CON#MOVIDOS. SOMOS MISIONEROS DE
LA MISERICORDIA DE JESÚS
Después de las ganas que teníamos que llegase la Asamblea
del MCM en Granada, por fin estaba ya aquí. Nos pusimos en camino entusiasmadas y con ganas de llegar
para encontrarnos con amigos y conocer a muchos nuevos. No nos importaron mucho
las horas y horas en el autocar; merecía la pena el encuentro con todas esas
caras conocidas y nuevas, con abrazos y alegría. El colegio de Santa Fe abría
sus clases para transformarlas en bulliciosas habitaciones donde extender los
sacos y las esterillas. El sábado hicimos una marcha hacia el Santuario de la
Virgen de Fátima donde tuvimos momentos de oración y diversión. Nos dio tiempo
a todo, a reunirnos por grupos para una catequesis, a comer y a bailar todos juntos. Por la tarde volvimos a
Granada y tuvimos una emotiva eucaristía en la Catedral, después una preciosa
visita nocturna de la ciudad, recorriendo empinadas cuestas y calles estrechas
llenas de vida. El domingo fue un día de despedidas, de abrazos, lágrimas
y sonrisas. Se nos había pasado el tiempo volando, y no dudamos que vamos a
volver a vernos, el corazón concepcionista nos mantiene siempre unidos. Ha sido
una gran experiencia que no olvidaremos. Y ya estamos deseando que llegue el
siguiente encuentro.
“Nuestra vida espiritual tiene sus cimientos
en la fidelidad a la voluntad del Padre, siguiendo así a Jesucristo, bajo la
luz del Espíritu Santo, a imitación de María Inmaculada”
-Santa Carmen Sallés-
REFLEXIÓN de M. Asunción Valls,
rcm Empiezo por el final. Y no por llevar la
contraria, que conste, sólo mientras se me pasa el susto. Porque así, de
pronto, me encuentro nada más y nada menos que con la Santísima Trinidad como
cimiento de mi vida. Y eso me parece a mí algo maravilloso, pero… ¿no es un
poquito difícil? Y resulta que no tanto. Bueno, sí, pero no. O sea,
que Santa Carmen Sallés me pide que imite a María Inmaculada, y si Ella tuvo
esos cimientos, un hijo, una hija suya, se pone a mirarla y empieza a rumiarlo:
“Fidelidad
a la voluntad del Padre”, vamos que se trata de decir “hágase en mí”, y eso ya lo vengo
intentando.
“Siguiendo
así a Jesucristo”. Me parece que ya lo cojo. Es aquello
de “mi madre y mis hermanos son los que
escuchan la Palabra y la ponen por obra”. Sí… entiendo de qué va, aunque se
me olvida enseguida lo que escucho. Pero bueno, es cuestión de tirar de
audífonos…
“Bajo
la luz del Espíritu Santo”. Clarísimo. A María la cubrió con su
sombra, y ¡zas! la Encarnación del Verbo. Pues yo me arrimo un poquito a Ella y
me explico esa luz y esa sombra luminosas que parece a veces como que me arden
por dentro.
Es que no falla: la miras a
Ella y como que te explica el problema más enrevesado y te lo deja clarito. No
digo nada, ¡si fue la educadora de Jesús y también es la mía! Pues adelante, y
a poner bien esos cimientos.
¡Cuánto nos gusta celebrar a los Concepcionistas! ¡Y qué bien lo pasamos con los preparativos! La fiesta alegra, une, convoca, anima, da sentido, renueva, genera identidad..., y este año, la fiesta también NOS CON#MUEVE. 9 de abril: Aniversario del Nacimiento de Sta. Carmen Sallés. 11 de abril: Aniversario de su Baustismo. Por estos dos motivos y porque nos sentimos felices de SER CONCEPCIONISTAS, el 11 de abril, en todos los Centros Concepcionistas celebramos LA FIESTA ESCOLAR DE STA. CARMEN SALLÉS.
CON M. CARMEN#CONMUEVETE
¡¡FELICIDADES!!
Agradecemos a Isabel Martínez y Ángela Rodríguez,
Postulantes Concepcionistas, la realización de este vídeo.
(Texto transcrito y ampliado del vídeo)
¡Uy, si estás aquí! Qué bien, yo ya te estaba
esperando. ¿Cómo estás? Ven, me gustaría hablar un rato contigo, como haría una
madre con su hijo… ¿Sabes? Estoy un poco nerviosa. ¿Quieres que te cuente por
qué? ¿Sí? Pues verás, se acercan unas fechas que son muy importantes para mí,
en las que recuerdo momentos y personas que marcaron profundamente mi vida y me
hicieron llegar adonde estoy ahora. Además, no quisiera que esto fuese algo que
se quedase en mi memoria. Forma parte de mi historia, y me gustaría un montón
compartirlo contigo para que luego tú puedas, si quieres, compartirlo con
otros. Veo que sientes curiosidad… Mmmm… Veamos… ¿Por dónde empezar? Sí, creo
que el mejor punto de partida será que te cuente cuándo nací… Porque fíjate, la
vida es el primer regalo que recibimos todos, ¿no crees?
Nací
un 9 de abril de 1848 en Vic, Barcelona. Mis padres se llaman José Sallés y
Francisca Barangueras. Mi familia es numerosa; tengo 9 hermanos y yo soy la
segunda más mayor… Espera un momento, ¡si no te he dicho cómo me llamo! Mi nombre
es Carmen, pero en mi familia me solían llamar Carmeta. Bien, hechas ya las
presentaciones, continuemos… Con este nombre (Carmen) me bautizaron el día 11
de abril de 1848 en la Catedral de Vic, y así pasé a formar parte de la gran
familia de la Iglesia. Por supuesto, yo era un bebé y no recuerdo nada de mi
bautismo… Pero sí que recuerdo el día que hice la primera Comunión con apenas
10 años cumplidos, el 18 de abril de 1858. En el colegio nos habían hablado
mucho sobre Jesús, ¡y por primera vez iba a encontrarme con Él al comulgar en
la Eucaristía! Cada vez le quería un poco más, y cuando rezaba, sentía como si
en mi corazón surgiera una chispa que lo llenaba todo de luz y calor. Es un
sentimiento que difícilmente se puede explicar con palabras… Aunque yo era
pequeña, Dios ya iba dejando de forma disimulada su huella en mí, hasta que un
día en Montserrat, me hizo sentir que me quería como la Virgen: muy cerca de
Él… Y entonces, la chispa se convirtió en un fuego que prendió por completo
todo mi ser. ¡Imagínate! ¡Un regalo, una vocación: ser toda de Dios! Pero no
creas que esta elección estuvo exenta de dificultades, empezando por mis
padres… ¡pobrecitos, qué mal lo pasaron…! Sin embargo, como ellos me querían y
deseaban lo mejor para mí, aunque les costó, terminaron aceptando mi decisión.
Llegados
a este punto, es cuando una tiene que pararse a pensar… ¿Entregar mi vida a
Jesús? ¡Sin dudarlo! Pero, ¿cómo y dónde? Una cosa sí sabía: me inquietaba la
escasa educación que recibían las niñas. Así pues, de la misma forma en que tú
en algún momento has necesitado el consejo de un amigo, yo hablé con un
sacerdote, el Padre Goberna. Por fin, ingresé en el Noviciado de las
Adoratrices. Llevan a cabo una gran labor, pues recogen a chicas que, o vienen
de la calle o no han tenido una infancia fácil, y se les da la formación de la
que carecen para que regresen mejor preparadas a la sociedad. Estaba contenta,
pero algo en mi interior no cuadraba del todo, me daba vueltas y afloraba en mi
pensamiento cada vez con más frecuencia… A ver si me explico… En las
Adoratrices, ayudábamos a sacar de su situación a las chicas que habían caído
pero ¡yo quería ayudarlas y enseñarlas antes de que cayesen! Como quería mucho
a la Virgen, acudí a Ella en la oración. De la Virgen admiraba muchas cosas,
pero sobre todo sentía en mí una especial resonancia cuando contemplaba cómo
fue preservada por Dios de caer en el pecado, convirtiéndose en la Llena de
Gracia. Mi ideal fue siempre imitarla, y por eso volví a ponerme en camino.
Ingresé en las Dominicas, que se dedican a la educación. Rondamos ya el año
1871, y en poco tiempo sucedieron muchas cosas: clases con las niñas y más
adelante, directora de un colegio… Y aquí llega otro giro en mi historia. No
acababa de encajar, ni podía encauzar la enseñanza en la dirección de futuro
que creía más adecuada. Algunos me aconsejaron iniciar un nuevo camino en la
Iglesia. ¡Imagínate! Yo tan poca cosa, y tan grande la misión que Dios me
encomendaba… Había otras hermanas que tenían la misma inquietud que yo, y el 22
de febrero de 1892 salimos de las Dominicas. No sabía adónde nos llevaría esta
aventura, pero me hallaba en la mejor compañía: tenía a Dios, a la Virgen y a
unas hermanas compañeras de camino. Aunque pasamos algún que otro bache, Dios
nunca nos abandonó. Y así, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo,
el 8 de diciembre de 1982 todas vestíamos el hábito blanco y azul de la recién
nacida Congregación Concepcionista en Burgos. ¡Incluso el día nos acompañó con
su espléndido cielo azul y su capa blanca de nieve! Si cuando digo yo que María
Inmaculada anduvo de por medio desde el principio, por algo será…
Pasaron los años y nuestros esfuerzos dieron
fruto con las fundaciones de varios colegios en España. La Congregación fue
creciendo también en cuanto al número de jóvenes que decidían consagrarse al
Señor. En 1907 me puse enferma. Sin embargo, no me asusté, pues sabía que aún
me quedaban 3 cosas importantes que hacer, y Dios me había prometido que las
vería cumplidas. ¿Quieres que te cuente qué eran esas 3cosas? Muy bien, veamos…
Primero, el Papa S. Pío X aprobó y alabó a la Congregación. ¡Qué alegría tan
grande cuando recibimos la noticia! Segundo: después de mucho buscar,
encontramos una casa en Madrid, de forma que todos los colegios de España
estarían mejor comunicados. Y finalmente, el Noviciado se pudo trasladar
también a esta ciudad. Todo este ajetreo duró 4 años, y el 25 de julio de 1911
Jesús me llamó para estar para siempre a su lado en el cielo.
El sueño de Dios (que era también el mío) se
había hecho realidad. Los colegios son preciosos jardines donde María es el
centro, y los niños y jóvenes, son hermosas flores que han de nutrirse para
crecer. ¡Cómo me gusta miraros! No me canso nunca, ¿sabes? Os miro a todos y os
quiero a cada uno de vosotros. Sí, claro que a ti también he visto tus pasos
por este camino concepcionista… y cómo has ido creciendo. Estoy orgullosa de
ti. Orgullosa también de contemplar cómo la Congregación se ha extendido por
muchos países del mundo, dando lugar a un enriquecimiento cultural e
intelectual de sus miembros. Pero para nada esto termina aquí… Eso ya lo sabes
tú, ¿no?