“¿Dejarse vencer por los respetos humanos? Por encima de lo que piensen los
hombres, está lo que espera Dios”
REFLEXIÓN DE M. VICTORIA ZORRILLA, rcm
Hoy quiero
compartir con vosotros algo que me parece muy importante en nuestra vida; los respetos humanos; ¡Cuánto nos hacen a veces sufrir! Cuántas energías perdemos
en analizar lo que los demás piensan de nosotros! La mayoría de las veces nos
dejamos influenciar por nuestros amigos, que son las personas que más cerca
están de nosotros y actuamos así por miedo a perderlos, Pero, ¿por qué? ¿Tenemos
que cambiar nuestra forma de ser, de vestir o de muchas cosas más para poder
tener amigos o para que la sociedad nos acepte? ¿Buscamos agradar a los demás
para intentar encajar y ser aceptados?
Es verdad que el mundo nos está influenciando
constantemente para que tomemos diferentes caminos…y la gente que nos rodea es
la que tiene mayores posibilidades de ejercer una influencia directa en
nuestras acciones, pero no podemos dejarnos llevar por este deseo de agradar a
la gente.
¿Cómo puedes medir
el nivel de influencia de los demás en ti? Por ejemplo, cuando tienes miedo a
cambiar algo en tu vida por si no cumple con las expectativas de ciertas
personas o cuando tomas decisiones de acuerdo a las expectativas que otros
tienen de ti. Este punto es a tener en
cuenta, ya que este comportamiento puede afectar todas las decisiones
importantes que hagas en tu vida. Si tus padres o amigos o quienes fueren fijan
una expectativa para ti y no concuerda con lo que tú deseas, porque Dios te
está pidiendo otra cosa, debes ignorar respetuosamente sus sugerencias.
Piensa un poco; ¿Qué es lo más importante, lo que esperan
los hombres de ti, o lo que Dios espera de ti? ¿A quién quieres agradar?
En mi vida también hubo momentos en los que tuve que
saber levantar la mirada y el pensamiento más alto, para no tomar decisiones
simplemente para agradar a mis padres. ¿Recordáis cuando el Señor se hizo
presente con su Amor grande y seductor en mi vida y yo sentí que me llamaba
para consagrarme a Él en la vida religiosa, pero mis padres, aquellos padres
maravillosos que el Señor me dio, tenían otra mirada sobre mí y ya habían
escogido un joven galán guapo, elegante y atractivo como esposo para mí? Yo no
podía agradarles en una opción que no era la que Jesús me pedía. La verdad es
que no sufría de no poder complacerlos, porque la confianza en Jesús y el deseo
de ser para El para siempre eran muy fuerte y por otro lado estaba segura de
que llegarían a comprenderlo. Me emocionaba caer en la cuenta que Dios había
soñado para mi esta vida de
consagración.
Años más tarde descubrí con alegría el texto de San Pablo en Gálatas 1,10.
Pablo se pregunta qué busca en su actuar: ¿Busco ahora el favor de los
hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía
agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. Y yo que deseaba con todo mi corazón ser la “sierva del Señor” como
María, tomé la decisión de buscar
agradar siempre al Señor.
Por eso te digo que también tú puedes empezar a vivir
desde el amor. Deja de poner el foco en los demás y comienza a ponerlo en Dios.
¿Cómo lo puedes hacer? Paso a paso:
Lo primero despierta en ti un amor grande y fuerte por
Jesús, un deseo grande de querer agradarle siempre haciendo lo que El espera de
ti. Repite con frecuencia este deseo, diciéndoselo a Jesús en esos momentos en
que vas a hacerle compañía a la capilla; así ira creciendo en tu corazón y se
hará fuerte y gozoso: “Jesús, quiero agradarte siempre, en todos
mis pensamientos y acciones”.
Luego obsérvate para darte cuenta de cuándo estás haciendo algo por lo que los demás
puedan pensar y cuándo porque Jesús te
lo pide. Comprende que no puedes agradar a todos por igual, ante todo está el
agradar a Jesús.
Finalmente descubre y siente que lo que complace a Jesús
te hace feliz. Acoge en tu corazón esta verdad; seremos felices agradando al
Señor, llegaremos a nuestra plena realización cuando se cumpla en nosotros el
proyecto que Dios tiene para nuestra vida.
Además, hoy quiero invitaros a algo más comprometedor que
realizar en momentos puntuales lo que el Señor me está pidiendo. Es una
invitación a vivir un estilo de vida que agrade a Jesús. Al hablar de un estilo de vida quiero
decir que no es algo pasajero, sino que consiste en vivir siempre enfocados en
hacer las cosas tal y como el Señor quiere que se hagan. Para ello te invito a
tener cada día unos momentos de oración, de intimidad con Jesús; a leer la
Palabra de Dios y a guardarla en tu corazón como lámpara en tu caminar. Pon tu
vida en las manos de Dios y deja que El, como un alfarero le de la forma que
más le agrade.