Tarde o temprano nos encontramos con alguna inconformidad
ante nuestro futuro: que si nos gustaría ser el mejor futbolista, el médico más
renombrado, el artista más famoso, el empresario más rico…; y en esos deseos
tan vanos centramos nuestra atención y nuestras ilusiones. Pero no, la
respuesta a nuestras inquietudes no está en el deseo de ser esto o lo otro; del
éxito, la fama o el dinero que nos gustaría poseer. No, es algo más hondo. La
clave radica en el hecho del ideal, «donde están tus ideales deberían estar tus
ilusiones», podríamos decir. Obviamente es preciso saber primero qué son y si
poseemos ideales.
Los seres humanos necesitamos
vivir por algo que valga la pena. Los ideales son motores que nos empujan a
actuar con decisión. Todo hombre, en un momento de su vida, busca naturalmente
un ideal, un sentido; vivir sin ello es permanecer con un hondo vacío que hace
experimentar la inconformidad, la desazón, etc. Un ideal no es lo mismo que un
capricho.
El ideal de
la persona, su programa de trabajo, es la vocación. ¿La vocación? Sí, la
vocación. Toda vocación entronca directamente en la única vía que porta a la
trascendencia: el servicio, ayudar a los demás… Y el servicio es, por relación
lógica, el mayor, el primer fruto de la felicidad. Si, como dice San Pablo «hay
más gozo en dar que en recibir», todos deberíamos estar gozosos.
Solemos ligar inmediatamente
vocación al estado de vida consagrado-religioso. Es un aspecto pero no el
único. Vocación es la ejecución de nuestro compromiso de servir allí donde
estamos: si, por ejemplo, elegí la medicina como carrera es porque vi una
necesidad sanitaria en la sociedad donde vivo. Una carrera es, en cierto modo,
una vocación; una vocación con la que, contempladas las necesidades que me
rodean, correspondo según las propias cualidades, dones y aptitudes.
Aunque es inevitable, en esta Semana Vocacional, cuestionarse sobre el supremos de los ideales: la vida consagrada o la vida sacerdotal. Opciones que redimensionan las perspectivas humanas y mueven el alma al ser más excelso: Dios. Una vida entera para Dios plasmada en el servicio a toda la humanidad. Los que
han seguido esta andadura es porque una voz que venía de lo hondo del alma les
anunció el sitio y la tarea que les estaba señalada en el orden del mundo.
En la vida consagrada, se encuentra a Dios porque Él ha salido al encuentro. Es la plenitud
del servicio donde ya no se distingue de la vida personal pues, de hecho, ésta
es de Dios a favor del prójimo. Si un día desapareciera, el mundo se sumiría en
la noche del caos por falta de amor.
Quienes llegan a descubrir a Dios como el ideal más excelso y el servicio a los
hombres como la aplicación del ideal, son capaces de ver a cada paso la
prolongación de la felicidad todo el tiempo.
La invitación es clara y el planteamiento también, para todos aquellos que aún andan BUSCANDO su opción de vida, su carrera profesional...:
"SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES DE MÍ? ¿A QUÉ ME LLAMAS? ¿QUÉ PUEDE HACERME FELIZ?"
Escucha su voz desde la intimidad de la oración y déjate llevar por lo que te dicta tu corazón.
Dios sigue llamando y pone modelos de seguimiento. El primero: JESÚS DE NAZARET. Junto a Él, muchos estilos de vida, diversidad de Carismas, como el CONCEPCIONISTA, iniciado por M. Carmen Sallés después de una larga andadura y discernimiento.
Hoy, Dios sigue llamando a jóvenes que desean entregar su vida en el mundo de la educación, viviendo en comunidad y con espíritu misionero, al servicio de la iglesia. Esa joven, quizá puedes ser tú, que providencialmente "nos estás leyendo".
Dios ya te ha lanzado su llamada, y tú... ¿qué respondes?