Este domingo, día del DOMUND, Sofía, exalumna concepcionista del colegio de Manzanares (Ciudad Real), comparte con nosotros su experiencia misionera en República Dominicana.
Gracias, Sofía, por tus palabras, por tu vida... Continua haciendo el bien y siendo "buena noticia" para aquellos que tienen la suerte de encontrarse contigo cada día y recibir ese AMOR (con mayúsculas) que tú les ofreces.
“… QUE EL AMOR QUE SE ENTREGA SEA VUESTRA MISIÓN…”
Son palabras dirigidas por el Papa a miles de jóvenes que han participado en la JMJ este verano en Sydney (también a los que estuvimos presentes pero de otra forma), pocos días después de mi llegada a tierras dominicanas, y es precisamente lo que resume mi experiencia durante este mes allí.
Pero… ¿por qué dedicar mi verano a participar en un proyecto misionero?
Creo que todo cristiano está llamado a ser misionero, esto es, vivir y testimoniar a Cristo; es el deseo de compartir con los demás lo que hemos encontrado, a Quien hemos encontrado. Por tanto, más que dedicar mi verano a algo, lo he querido dedicar por Alguien a través de las personas con quienes me he encontrado en Consuelo.
¿Cuál ha sido nuestra misión?
La principal labor que hemos llevado a cabo el resto de mis compañeras y yo durante este mes ha sido la de impartir clases a los niños de Consuelo (República Dominicana), donde las Religiosas Concepcionistas tienen un colegio, una misión.
Es cierto que cada día nuestro objetivo era enseñar Lengua y Matemáticas, aunque en un ambiente y en condiciones totalmente distintas a las que se pueden encontrar a nuestro alrededor aquí en España…
Pero, sorprendentemente, más que enseñar, hemos sido nosotras las que hemos aprendido de estos niños: de su inocencia, de su humildad, de su sonrisa renovada cada día, de sus ganas de vivir cada momento, de sus abrazos sinceros, de su deseo de compartir su tiempo contigo, de sus gestos de ternura y cariño, de su mirada transparente, de sus risas contagiosas, de su compañía silenciosa… Y todo ello a pesar de la situación familiar y personal tan dura que muchos tienen, a pesar de las carencias que viven y de las muchas necesidades que pasan. Ante todo ello ha sido evidente y una bendición poder encontrar y reconocer el rostro de Cristo.
¿Qué ha supuesto para mí esta experiencia?
-Conocer otra cultura, otra raza y enriquecerse de lo que esto supone.
-Redescubrir el valor de todo lo que tengo y las oportunidades que se me brindan; en definitiva, valorar de forma más consciente todo eso que nos parece “normal” tener en el día a día: familia, amigos, educación, casa…
-Y para mí, lo principal, corroborar una vez más que sólo quien vive en la voluntad de Dios es totalmente libre y verdaderamente feliz; que nos toca decir sí a Cristo sabiendo que el resultado no nos pertenece sino que le pertenece a Él: hemos de ser instrumentos en manos Suyas.
Lo que he vivido no ha sido un hecho casual sino que, consciente de que nuestra existencia personal ha sido querida por Dios, bendecida por Él y con un objetivo que Él le ha dado, ha tenido un sentido concreto dentro de la Iglesia, Cuerpo de Cristo.
Se nos dice: “dad gratis lo que gratis habéis recibido”; por ello he querido en esta experiencia, y quiero para mi vida que “el amor que se entrega, ese Amor, con mayúsculas, sea mi misión”.
Sofía Sánchez
Son palabras dirigidas por el Papa a miles de jóvenes que han participado en la JMJ este verano en Sydney (también a los que estuvimos presentes pero de otra forma), pocos días después de mi llegada a tierras dominicanas, y es precisamente lo que resume mi experiencia durante este mes allí.
Pero… ¿por qué dedicar mi verano a participar en un proyecto misionero?
Creo que todo cristiano está llamado a ser misionero, esto es, vivir y testimoniar a Cristo; es el deseo de compartir con los demás lo que hemos encontrado, a Quien hemos encontrado. Por tanto, más que dedicar mi verano a algo, lo he querido dedicar por Alguien a través de las personas con quienes me he encontrado en Consuelo.
¿Cuál ha sido nuestra misión?
La principal labor que hemos llevado a cabo el resto de mis compañeras y yo durante este mes ha sido la de impartir clases a los niños de Consuelo (República Dominicana), donde las Religiosas Concepcionistas tienen un colegio, una misión.
Es cierto que cada día nuestro objetivo era enseñar Lengua y Matemáticas, aunque en un ambiente y en condiciones totalmente distintas a las que se pueden encontrar a nuestro alrededor aquí en España…
Pero, sorprendentemente, más que enseñar, hemos sido nosotras las que hemos aprendido de estos niños: de su inocencia, de su humildad, de su sonrisa renovada cada día, de sus ganas de vivir cada momento, de sus abrazos sinceros, de su deseo de compartir su tiempo contigo, de sus gestos de ternura y cariño, de su mirada transparente, de sus risas contagiosas, de su compañía silenciosa… Y todo ello a pesar de la situación familiar y personal tan dura que muchos tienen, a pesar de las carencias que viven y de las muchas necesidades que pasan. Ante todo ello ha sido evidente y una bendición poder encontrar y reconocer el rostro de Cristo.
¿Qué ha supuesto para mí esta experiencia?
-Conocer otra cultura, otra raza y enriquecerse de lo que esto supone.
-Redescubrir el valor de todo lo que tengo y las oportunidades que se me brindan; en definitiva, valorar de forma más consciente todo eso que nos parece “normal” tener en el día a día: familia, amigos, educación, casa…
-Y para mí, lo principal, corroborar una vez más que sólo quien vive en la voluntad de Dios es totalmente libre y verdaderamente feliz; que nos toca decir sí a Cristo sabiendo que el resultado no nos pertenece sino que le pertenece a Él: hemos de ser instrumentos en manos Suyas.
Lo que he vivido no ha sido un hecho casual sino que, consciente de que nuestra existencia personal ha sido querida por Dios, bendecida por Él y con un objetivo que Él le ha dado, ha tenido un sentido concreto dentro de la Iglesia, Cuerpo de Cristo.
Se nos dice: “dad gratis lo que gratis habéis recibido”; por ello he querido en esta experiencia, y quiero para mi vida que “el amor que se entrega, ese Amor, con mayúsculas, sea mi misión”.
Sofía Sánchez