* La cerilla de la fe, propagada en mi casa, en ese hogar pequeño y reducido donde cabíamos ocho hijos, y en el que yo tenía los ojos bien abiertos para aprender de mi padre la comprensión ante las necesidades de cada uno, y de mi madre la fortaleza de espíritu para que todo estuviera siempre bien dispuesto. Y de ambos, mucha docilidad a lo que oíamos en
* La cerilla de los sacramentos. Debo públicamente un merecido agradecimiento a la maestra y sacerdote de mi pueblo, que no regatearon esfuerzo, tiempo, presencia para acompañar mi proceso vocacional, porque esa candelilla que prendió en mí el amor de Dios, se alimentó con buenas lecciones de historia sagrada, de poesías y canciones a
* La cerilla de los sentidos despiertos en el día a día de la vida. Así fui aprendiendo a cultivar mi tierra, elegida desde siempre por el Señor, pero labrada con pobres instrumentos que Él ponía a mi alcance en cada una de las mediaciones que han protegido con cuidado mi cerca. Han dejado su huella los años de internado y aspirantado. Ya tomaba mi vocación color concepcionista.
¿Cuándo me dijo Dios que fuera Religiosa Concepcionista?
No oí ninguna de esas llamadas, ni de esos toques que os dije al principio, pero el rescoldo de su voz estaba vivo en mí. Y sí, un día, nada menos que a la hora del recreo ( 2º de Bachiller) en el Colegio de Segovia, le llegó la noticia a mi madre: QUIERO SER CONCEPCIONISTA.
No se extrañó nada. Ella era testigo de esas chispitas que lanzan las candelillas. Se lo había olido. Me lo había olido.
- Sabía que serias religiosa – me dijo- pero Concepcionista. ¿Por qué?
- Y, que fácil tuve la respuesta: Justo un año antes, ella, mi madre, me había vestido el hábito de
- Concepcionista porque he sido siempre HIJA DE MARÍA y ahora quiero que otros la conozcan y la amen.
- Concepcionista porque mi vocación está alumbrada con luz de Inmaculada. He bebido en uno de esos aljibes que sus hijas (las monjas con las que me eduqué) tienen lleno y del que reparten ciencia y virtud.
- Concepcionista porque amo a los niños, quiero a los jóvenes y hay para ellos un programa especial en cada Casa de María Inmaculada, trazado con la pedagogía de la cercanía y el “Adelante, siempre adelante” que Dios inspiró a M. Carmen Sallés.
- Concepcionista porque quiero dar mucha vida y enseñar a otros a mirarla sin recelo, a aprender a sacar lo mejor que llevan dentro.
* La cerilla de hacer experiencia de Dios, de escribir con Él mi historia de salvación. Porque la vocación es una historia, la historia de cada uno. Y ahora ya sí que te puedes saber llamada por Dios, porque Él sabe pronunciar tu nombre. Lo hace en cada necesidad que quiere ser ayudado por nosotros.
Así he concebido yo mi vocación, como el deber con el que Dios nos manda a la tierra. Otros hacen otras tareas, resuelven otros interrogantes; yo me afano en ir haciéndome al ritmo de la melodía con que Él me soñó, cargando los pinceles cada vez más blancos y más azules, porque no me reconocería de otro color.
Mi madre ya no vive, pero ella sabe que yo cada día QUIERO SER CONCEPCIONISTA.
-¿Hoy también?
- Sí, claro, también hoy, cuando los valores que brotan del carisma concepcionista: gratuidad, belleza, coherencia, prevención atención personalizada, gratitud, laboriosidad… están a bajo precio en nuestra sociedad, QUIERO SER CONCEPCIONISTA para gritar, sin voces que la llama del Espíritu sigue encendida.
- Cuando la fidelidad no está de moda, QUIERO SER CONCEPCIONISTA, para expresar mi agradecimiento a Quien me llamó, porque la iniciativa fue suya, yo sólo enciendo cada día la cerilla.
- Cuando el individualismo merodea, cerrando puertas cerca de cada corazón, QUIERO SER CONCEPCIONISTA para asegurar que es mejor abrir las ventanas de la comunión que fortalecen la fraternidad.
- Cuando los sistemas políticos educativos cercan, acallan las intuiciones de los fundadores, QUIERO SER CONCEPCIONISTA para enseñar a cada niño que se educa en nuestras aulas, que su dignidad y libertad nadie puede manipularlas.
Por esto y por mucho más, pero ante todo, QUIERO SER CONCEPCIONISTA, porque Dios me ha concebido así, y yo me siento TIERRA FELIZ en mi Congregación. Tengo que ser todavía más agradecida porque Dios sigue alimentando mi candelilla, y en este juego de dejarme seducir por Él, cuento con la ayuda de quienes comparten mi camino.
Reconozco que ser Concepcionista es una llamada para el encuentro: Las hermanas, los laicos, los profesores, los niños, los jóvenes, las familias, los amigos… llenan nuestra vida de sol. Compartir con ellos nuestra vocación, llena nuestra vida de sentido.
No encuentro mayor felicidad que la de saber que respondo a los planes de Dios sobre mí, por eso QUIERO SER CONCEPCIONISTA.
Y, si tú, al leer estas líneas, escritas con la tinta del convencimiento, quieres saber cómo llama Dios, ya sabes, mira a ver si por alguna esquina de tu ser hay una candelilla encendida. Es Él, déjale que te alumbre y aprovecha todas las cerillas que te ofrezca la vida.
Gracias, M. Dolores, por no haberte guardado esas "candelillas" para ti, por haberlas puesto a disposición de esta gran familia, la Familia Concepcionista. Tus dones, tus capacidades, tu simpatía... han prendido un gran fuego que ilumina a muchas personas. Gracias por compartir tus "cerillas" y animarnos a gozar, a vivir y a escuchar la voz de Dios en nuestras propias vidas.
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