Recién estrenado el 2016, volvemos a retomar nuestras entradas de los ECOS DEL PENSAMIENTO DE SANTA CARMEN SALLÉS, acompañados por las reflexiones que diferentes Religiosas Concepcionistas nos van compartiendo. La reflexión de hoy nos la ofrece M. Mercedes Romero, destinada actualmente en el colegio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Algunos de vosotros a lo mejor la habéis conocido en el colegio de Princesa, en el de Pozoblanco o en la India, donde fue enviada también como misionera un tiempo. Gracias M. Mercedes, por hablarnos hoy del gozo del amor de Dios, que, como no, en ti se acompaña con la danza.
ECO Nº 14 DEL PENSAMIENTO DE CARMEN SALLÉS
“El amor de Dios
llena de gozo el espíritu; los amores humanos, si no son puros, mortifican y
atormentan”
REFLEXIÓN
de M. Mercedes Romero, rcm
El amor de Dios llena de gozo el Espíritu, y con el espíritu lleno del amor de Dios el cuerpo danza, exulta y proclama las grandezas del Señor. Somos generación que danza. ¡Arriba los corazones!
Caminamos buscando otros corazones: corazones amigos, corazones compañeros de camino. Porque donde esté tu tesoro allí está tu corazón.
Buscamos tesoros escondidos. Corazones que esperan ser encontrados: corazones heridos, corazones rotos. También hay corazones alegres, corazones generosos, corazones entregados. Hay corazones solidarios, corazones…
Porque el amor se hizo “humano”, el amor se hizo corazón y acampó entre nosotros.
Hay también corazones que caminan con cadenas; cadenas que arrastran a otros corazones y no los dejan volar con las alas del gozo del espíritu, con las alas de la libertad. Son corazones que paralizan el nuestro y hacen que dejemos de latir, de danzar, de vivir al ritmo de Dios.
Déjame terminar presentándote un corazón. El corazón de Dios: Jesús. Es el mayor de los tesoros. ¡Búscalo!
Que ¿cómo?
Te contaré una fábula:
Al principio de los tiempos, los dioses se
reunieron para crear al hombre y a la mujer. Lo hicieron a su imagen y
semejanza, pero uno de ellos dijo:
-Un momento, si vamos a crearlos a nuestra
imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro y una fuerza e
inteligencia igual a la nuestra. Debemos pensar en algo que los diferencie de
nosotros, de lo contrario estaremos creando nuevos dioses.
Después de mucho pensar, uno de ellos dijo:
- Ya sé, vamos a quitarles la felicidad.
- Pero donde vamos a esconderla. - Respondió
otro.
- Vamos a esconderla en la cima de la montaña
más alta del mundo.
- No creo que sea una buena idea, con su fuerza
acabarán por encontrarla.
- Entonces... podemos esconderla en el fondo
del océano.
- No, recuerda que les daremos inteligencia,
con la cual, tarde o temprano construirán una maquina que pueda descender a las
profundidades del océano.
- ¿Por qué no la escondemos en otro planeta que
no sea la tierra?
- Tampoco creo que sea buena idea, porque
llegará un día que desarrollarán una tecnología que les permita viajar a otros
planetas. Entonces conseguirán la felicidad y serán iguales a nosotros.
Uno de los dioses, que había permanecido en
silencio todo el tiempo y había escuchado con interés las ideas propuestas por
los demás dijo:
- Creo saber el lugar perfecto para esconder la
felicidad, donde nunca la encuentren.
Todos le miraron asombrados y le preguntaron:
- ¿Dónde?
- La esconderemos dentro de ellos mismos,
estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán.
Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces
el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin darse cuenta que la lleva
consigo.
No olvides lo que canta una canción:
“en
tu agitado e inquieto corazón está Dios…
búscalo,
no
temas encontrarte cara a cara con Él.
Atrévete,
descubrirás que hay en ti nostalgia de Dios”
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