Mi nombre es Luz. Tengo 23 años y soy de origen mexicano, pero vivo en Estados Unidos. Desde que tenía 13 años se despertó en mí un deseo de hacer una experiencia misionera, que pude llevar a cabo, con la gracia de Dios, a mis 22 años de edad. Esta experiencia fue un reto muy grande en mi vida. Era la primera vez que salía por tanto tiempo de mi casa y también la primera vez que hacía un viaje sola a un país desconocido, República Dominicana. Allí pude llevar a cabo una experiencia misionera por 11 meses, contando siempre con el apoyo de mi familia y gracias también a las hermanas Concepcionistas que me brindaron la oportunidad de poder hacer esta misión con ellas. Uno de los motivos que me impulsó a llevar a cabo esta experiencia es el gran deseo que tenía de poder dar un tiempo de mi juventud a Dios y también ofrecer un poco de lo que Dios me ha dado.
Durante esos meses me abría a compartir con personas de culturas diferentes y modos de pensar diferentes. Ayudaba en las tres escuelas en las que las hermanas de Sabana de la Mar trabajan, ayudando a los niños pequeños con lectura y escritura, a los mayores con inglés, y en Bachiller, ayudaba a la Hna. Yria con las clases de Religión. Así pude enseñar, pero sobre todo aprender a tratar a los niños y adolescentes y a preocuparme por ellos.
La convivencia con las hermanas también fue otra experiencia maravillosa. Me llamaba la atención que aún siendo de distintos países podías convivir como una familia, la forma en que se ayudaban unas a otras y la sencillez para vivir unidas los momentos buenos y menos buenos. Espiritualmente también crecí, en la forma de orar y de contemplar a Dios en su creación y en sus criaturas.
Como parte de mi experiencia, tuve la oportunidad de participar en el voluntariado misionero de verano en Consuelo. Me ayudó mucho compartir con hermanos con la misma inquietud de ayudar y de entregar su tiempo a personas necesitadas, dedicando momentos a la enseñanza, pero, sobre todo, conviviendo con el pueblo de Consuelo.
Contemplando toda esta experiencia y el proceso que me orientó a ella, me he dado cuenta que cuando uno acoge el Amor de Dios, tiene más sensibilidad para amar, es más humano y ve más allá de sí mismo. Y, de ahí, surge la fuerza necesaria para ir haciendo opciones.
Durante esos meses me abría a compartir con personas de culturas diferentes y modos de pensar diferentes. Ayudaba en las tres escuelas en las que las hermanas de Sabana de la Mar trabajan, ayudando a los niños pequeños con lectura y escritura, a los mayores con inglés, y en Bachiller, ayudaba a la Hna. Yria con las clases de Religión. Así pude enseñar, pero sobre todo aprender a tratar a los niños y adolescentes y a preocuparme por ellos.
La convivencia con las hermanas también fue otra experiencia maravillosa. Me llamaba la atención que aún siendo de distintos países podías convivir como una familia, la forma en que se ayudaban unas a otras y la sencillez para vivir unidas los momentos buenos y menos buenos. Espiritualmente también crecí, en la forma de orar y de contemplar a Dios en su creación y en sus criaturas.
Como parte de mi experiencia, tuve la oportunidad de participar en el voluntariado misionero de verano en Consuelo. Me ayudó mucho compartir con hermanos con la misma inquietud de ayudar y de entregar su tiempo a personas necesitadas, dedicando momentos a la enseñanza, pero, sobre todo, conviviendo con el pueblo de Consuelo.
Contemplando toda esta experiencia y el proceso que me orientó a ella, me he dado cuenta que cuando uno acoge el Amor de Dios, tiene más sensibilidad para amar, es más humano y ve más allá de sí mismo. Y, de ahí, surge la fuerza necesaria para ir haciendo opciones.
3 comentarios:
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-Marshall
Thanks again!
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Greetings
It is my first post here wanted to say hi
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