Algunas Religiosas Concepcionistas que viven en República Dominicana, han ido a ayudar a Haití. M. Yria nos ha escrito una carta que queremos compartir con vosotros. Sigamos pidiendo por todos los haitianos y por las personas que generosamente, les están ayudando.
Queridas hermanas, reciban un cariñoso saludo ¿cómo están? Deseo que bien. Quería haberles escrito antes, pues llegué de Haití a Santo Domingo el miércoles a media noche.
La CONDOR, Conferencia de Religiosos de República Dominicana, desde que ocurrió la catástrofe del terremoto en Haití, se ha hecho presente prestando servicios de salud y de acompañamiento a nuestros hermanos afectados por el terremoto, este trabajo lo ha venido y sigue realizando con la colaboración de las distintas congregaciones religiosas, por lo que todas las semanas hay grupos de voluntarios y voluntarias turnándose.
Tenía un poquito de miedo, pero un mayor deseo de responder a la llamada del Señor en el sufrimiento del pueblo haitiano. Así que el día que llegamos (Lilian y yo) comenzamos de una vez la tarea, descargando las donaciones traídas de R.D. y en la casa donde nos hospedamos para dormir, la Conferencia de religiosos de Haití, colaboramos en el puesto de salud que tienen allí.
En la ciudad es impresionante la magnitud de la destrucción, ya no había cuerpos por las calles pues han sido enterrados, como ya saben por las noticias, en fosas comunes y otros incinerados, sin embargo, cuando uno pasa por las calles se siente el olor a putrefacción, por los cuerpos que están atrapados en las edificaciones derrumbadas.
El Sábado por la mañana asistimos al funeral del Arzobispo de la ciudad. Se percibía a la gente muy conmovida, oramos por todas las víctimas de este terremoto…
Trabajé en un hospital del centro de puerto Príncipe, allí había pacientes dentro del hospital, en los pasillos pusieron unas carpas o tiendas donde también tenían pacientes y los que no alcanzaban a estar ni dentro ni en las tiendas de campañas, estaban ubicados en los pasillos al aire libre ¡gracias a Dios que allí no ha llovido! Colaboré limpiando heridas, aseando y cambiando pañales de niños y adultos que no tenían familia, distribuyendo materiales de aseo a los que sí tenían algún familiar, distribuyendo medicamentos y en algunos momentos también la comida, todo esto acompañado de trato y miradas de cariño y de palabras de humor y de ánimo que nos traducía un amigo haitiano que nos encontramos en el hospital.
Es impresionante la cantidad de personas amputadas, con fracturas... Si dolorosa es la realidad física de los pacientes, más dolorosa es la realidad en la que la mayoría ha perdido algún miembro de la familia. Atendí a una abuela que estaba solita y al asearla se puso a llorar, en principio pensé que su dolor era físico, tenía una pierna muy inflamada y fractura en la pelvis, no, no era por eso, en su casa eran 11 y sólo quedó viva ella, de 70 y pico de años…quería morirse…no es para menos, la acompañamos esos días.
El sufrimiento de estos hermanos nuestros clama al cielo y el Señor en su infinita misericordia está a su lado sufriendo, alentándoles, levantándoles; y en el corazón de tantas personas generosas que desde distintas partes del mudo se han hecho solidarios, se han hecho presentes. Trabajo teníamos de sobra y sin parar, en esa realidad no nos enterábamos que teníamos hambre, y el pancito o galleta que llevábamos al hospital casi siempre lo dábamos y algún día volvimos con él, eso sí, la cena ya en casa era como un almuerzo. Y después de un buen baño recogíamos el día con una oración compartida “¿Qué signos de esperanza o de resurrección hemos percibido hoy?” la sonrisa de los niños y jóvenes aún convalecientes, la fortaleza y el humor de los adultos en medio del dolor, la entrega bondadosa de los voluntarios… todo esto es signo de que EL SEÑOR VIVE.
Después de este tiempo, corto pero vivido con intensidad, de entrega y de no guardarme palabra y gesto misericordioso, mi viaje de regreso lo hice en silencio, me sentía feliz de haber puesto mi granito de arena, las personas con las que compartí pasaban por mi memoria, y traía el corazón dolido de ver tanto sufrimiento, compadecido por mis hermanos haitianos, hoy oro por ellos de otra manera, hay nombres y rostros…
La CONDOR, Conferencia de Religiosos de República Dominicana, desde que ocurrió la catástrofe del terremoto en Haití, se ha hecho presente prestando servicios de salud y de acompañamiento a nuestros hermanos afectados por el terremoto, este trabajo lo ha venido y sigue realizando con la colaboración de las distintas congregaciones religiosas, por lo que todas las semanas hay grupos de voluntarios y voluntarias turnándose.
Tenía un poquito de miedo, pero un mayor deseo de responder a la llamada del Señor en el sufrimiento del pueblo haitiano. Así que el día que llegamos (Lilian y yo) comenzamos de una vez la tarea, descargando las donaciones traídas de R.D. y en la casa donde nos hospedamos para dormir, la Conferencia de religiosos de Haití, colaboramos en el puesto de salud que tienen allí.
En la ciudad es impresionante la magnitud de la destrucción, ya no había cuerpos por las calles pues han sido enterrados, como ya saben por las noticias, en fosas comunes y otros incinerados, sin embargo, cuando uno pasa por las calles se siente el olor a putrefacción, por los cuerpos que están atrapados en las edificaciones derrumbadas.
El Sábado por la mañana asistimos al funeral del Arzobispo de la ciudad. Se percibía a la gente muy conmovida, oramos por todas las víctimas de este terremoto…
Trabajé en un hospital del centro de puerto Príncipe, allí había pacientes dentro del hospital, en los pasillos pusieron unas carpas o tiendas donde también tenían pacientes y los que no alcanzaban a estar ni dentro ni en las tiendas de campañas, estaban ubicados en los pasillos al aire libre ¡gracias a Dios que allí no ha llovido! Colaboré limpiando heridas, aseando y cambiando pañales de niños y adultos que no tenían familia, distribuyendo materiales de aseo a los que sí tenían algún familiar, distribuyendo medicamentos y en algunos momentos también la comida, todo esto acompañado de trato y miradas de cariño y de palabras de humor y de ánimo que nos traducía un amigo haitiano que nos encontramos en el hospital.
Es impresionante la cantidad de personas amputadas, con fracturas... Si dolorosa es la realidad física de los pacientes, más dolorosa es la realidad en la que la mayoría ha perdido algún miembro de la familia. Atendí a una abuela que estaba solita y al asearla se puso a llorar, en principio pensé que su dolor era físico, tenía una pierna muy inflamada y fractura en la pelvis, no, no era por eso, en su casa eran 11 y sólo quedó viva ella, de 70 y pico de años…quería morirse…no es para menos, la acompañamos esos días.
El sufrimiento de estos hermanos nuestros clama al cielo y el Señor en su infinita misericordia está a su lado sufriendo, alentándoles, levantándoles; y en el corazón de tantas personas generosas que desde distintas partes del mudo se han hecho solidarios, se han hecho presentes. Trabajo teníamos de sobra y sin parar, en esa realidad no nos enterábamos que teníamos hambre, y el pancito o galleta que llevábamos al hospital casi siempre lo dábamos y algún día volvimos con él, eso sí, la cena ya en casa era como un almuerzo. Y después de un buen baño recogíamos el día con una oración compartida “¿Qué signos de esperanza o de resurrección hemos percibido hoy?” la sonrisa de los niños y jóvenes aún convalecientes, la fortaleza y el humor de los adultos en medio del dolor, la entrega bondadosa de los voluntarios… todo esto es signo de que EL SEÑOR VIVE.
Después de este tiempo, corto pero vivido con intensidad, de entrega y de no guardarme palabra y gesto misericordioso, mi viaje de regreso lo hice en silencio, me sentía feliz de haber puesto mi granito de arena, las personas con las que compartí pasaban por mi memoria, y traía el corazón dolido de ver tanto sufrimiento, compadecido por mis hermanos haitianos, hoy oro por ellos de otra manera, hay nombres y rostros…
3 comentarios:
Gracias por compartir tu experiencia en el blog Yria. Me sentí feliz cuando os ví a Lillian y a tí en Haití. No puedo imaginar como viven la tragedia tantas personas pero me uno a su dolor con la certeza de que Cristo vivo está ahí a su lado sufriendo con ellos, en tantos y tantos hermanos nuestros y su presencia resucitada se hace palpable en tanta solidaridad humana, espiritual y económica, que nos deja inquieto el corazón.
Gracias hermanas por haceros presentes y cercanas, por regalar la ternura del Amor de Dios en vuestros gestos y sonrisas...
Un abrazo muy fuerte. Vuestra hermana en Cristo. María,rcm
Las concepcionistas ¡siempre en la brecha, ayudando!!!! Sois las mejores.
Un abrazo de una exalumna que os quiere.
Gracias por vuestro testimonio. ¡Siempre adelante!
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