sábado, 2 de febrero de 2013

NUEVA INTERCESIÓN DE M. CARMEN

Hay testimonios publicados en este blog que asombran, que cuestionan, que enternecen... Este que os ofrecemos, realmente EMOCIONA...
Una vez más, Madre Carmen, no puede ver a sus "pedacitos de cielo" sufrir, e intercede para aliviar la enfermedad, para curar...
Sigamos pidiendo su intercesión, porque mientras haya CONCEPCIONISTAS CON FE, M. Carmen seguirá haciendo de intermediaria para que Dios obre milagros.


“Adelante, siempre adelante …Dios proveerá”

El 29 de Diciembre de 2010, mi mundo se paró. A nuestra hija Andrea de cinco años le diagnosticaban leucemia linfoblástica aguda de alto riesgo, cáncer de médula.
Hasta ese momento no supe lo que era el dolor, ese que se clava en el alma como un cuchillo helado y traicionero. Una parte de mí, murió ese día. Pero nunca se muere del todo, nunca el dolor duele tanto como para no ver el hermoso atardecer o renacer con  la sonrisa de un niño después de una sesión de quimio.
Desde casi el principio, Madre Marta me hizo un regalo que nunca olvidaré, la imagen de Madre Carmen en una medallita preciosa que pronto colgamos en el cabecero de la cama de Andrea.
Durante las idas y venidas a quirófano, pruebas sin fin, pinchazos, llantos, noches en vela, angustia e incertidumbre, Madre Carmen velaba por nosotros. Siempre iluminando pensamientos y flaquezas.
Como en su vida, pasó por el Hospital de La Paz de Madrid en aquel cabecero, sin hacer ruido, discreta, serena, hermosa y con luz propia. Eso sentía yo cada vez que miraba esa medalla cuando el personal sanitario entraba en la habitación de Andrea con otra bolsa de quimio. Sin abrir mi boca, gritaba desconsolada a esa imagen, “dame la mano, por favor, no me sueltes, no me dejes y ayúdame a seguir…porque no se si voy a poder…”. Tener la certeza de que la luz de Dios esta cerca, te llena de tanta paz, que puedes con todo o casi todo. Mi puente sin duda hacia El, fueron Madre Carmen y Juan Pablo II que casualmente fue beatificado durante el proceso más duro que sufrió nuestra hija.
La maestra del hospital, que se acercaba cada mañana a nuestra habitación y a la del resto de los niños, reconoció la “medallita” porque, según nos comentó, sus hijas habían sido ex alumnas. ¡Cuánta gente te conoce Madre Carmen! ¡Cuánto amor te profesan tus alumnos y ex alumnos!
Pasaron los días, y con ellos noticias y avances lentos pero seguros, y esa medalla ahí, clavada en la cama de Andrea. Todo transcurría sin novedades ni imprevistos pero no había día que nuestra hija no tuviera que superar alguna prueba durísima y dolorosa. Fue mi particular camino de Santiago, sin moverme de Madrid. Caminar, caer, levantarse, descansar para volver a caminar. Un día, y otro y otro.
Poco a poco se fueron espaciando las pruebas, los pinchazos y la devastadora quimio. Los primeros seis meses de tratamiento, tuvimos que vivir en Madrid porque era imposible venir a casa, Andrea estaba muy flojita y no aguantaría las idas y venidas. Una de las veces que salimos del hospital, al llegar a casa, la medalla de Madre Carmen, no estaba entre mis cosas. Pensé que se habría quedado en el Hospital, y aunque era mi compañera de viaje, quizás otro niño necesitaría su compañía, pero unos pocos días más tarde apareció, y volvió al cabecero de la cama de Andrea, ahora fuera del hospital, en su cama de Madrid.
Por fin, pudimos volver a casa, a Manzanares, y solo con ver el brillo en los ojos de nuestra hija, ya mereció la pena la vuelta.
Un par de días más tarde, nos acercamos al colegio. Pasamos a la capilla, a ofrecer nuestra alegría por la vuelta a casa.

Han pasado casi dos años desde aquel 29 de Diciembre y Andrea aún sigue con su tratamiento aunque mucho más leve, y sin retrocesos. Ha vuelto a su cole, al lado de Madre Carmen, sus profesores y sus queridísimos compañeros.
Durante todo este tiempo, he sentido la fuerza del Espíritu, a través de esa medalla y doy gracias a Dios porque de una experiencia dolorosa y angustiosa, hemos aprendido, que efectivamente, Dios proveerá, y Andrea ha vivido en sus carnes, la fuerza del amor y de Dios a través de esa preciosa medallita y ha dado ejemplo de vida con tan solo siete años.

-Marta Enrique-

 
ANDREA, alumna de 2º de primaria del colegio de Manzanares (Ciudad Real)

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