lunes, 7 de diciembre de 2015

FIESTA DE LA INMACULADA




Cuando el tiempo de Dios llegó a su plenitud, visitó la tierra y llamó a la puerta del corazón de una mujer, una puerta que siempre estaba abierta. Habló con ella, traía una Buena Nueva  para la humanidad.
Dios siempre escoge un lugar sencillo y pobre para entrar en el mundo, entra en la historia delicadamente, saludando, pidiendo acogida. Se acerca a la humanidad invitando a la alegría, generando vida y esperanza. María está a la espera. Su corazón pobre y sus manos vacías, abiertas y libres, acogen los planes de Dios, que traen la dicha y la paz para la humanidad.  Ella es nuestro modelo y nuestra inspiración, porque así lo quiso nuestra Fundadora, Santa Carmen Sallés. Ella quiso que todos los Centros concepcionistas fueran la Casa de María Inmaculada y todos los que en ella se educasen supieran bien quien era su Madre del Cielo y el Modelo al que debían imitar.
Con gozo celebramos esta FIESTA DE LA INMACULADA, conscientes y orgullosos de ser hijos de María Inmaculada y levantando nuestra mirada a Ella, la Virgen que tanto nos quiere y a quien deseamos parecernos cada día un poquito más.
En este día felicitamos a todas las Religiosas Concepcionistas, repartidas por cinco continentes, que en este día, públicamente, renuevan su consagración prometiendo vivir en castidad, pobreza y obediencia y al servicio de la congregación y de la Iglesia.
¡Feliz día para todos, Familia Concepcionista! 

Hoy también nos unimos al Papa y con él, a toda la Iglesia, en la Inauguración del AÑO DE LA MISERICORDIA.
El Papa Francisco inicia el Año Santo de la Misericordia este día porque "esta fiesta litúrgica indica el modo de obrar de Dios desde los albores de nuestra historia. Después del pecado de Adán y Eva, Dios no quiso dejar a la humanidad a merced del mal. Por eso pensó y quiso a María santa e inmaculada en el amor, para que fuese la madre del redentor del hombre. 
Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona" (Francisco. Misericordiae Vultus, 3).

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