Iniciado ya el 2017 seguimos en camino, SALIENDO y ENCONTRANDO, y entretanto compartiendo, disfrutando, soñando, amando y viviendo como Familia Concepcionista.
Hoy nos regalan una nueva experiencia, vivida en el mes de noviembre, pero todavía latente en aquellos jóvenes que tuvieron la suerte de disfrutarla. Y nos llega desde Cordoba, del colegio de Pozoblanco, de la mano de una alumna de 4º de Secundaria que quiere hacerse eco también de sus compañeros de ruta.
Gracias, Paula, por hacerte presente en nuestro blog y perdónanos por haber tardado un poquito en publicar tu artículo.
Desde este pasado 27 de octubre hasta el 1 de noviembre, los alumnos mayores del MCM de todos los
posibles colegios concepcionistas de España, nos hemos adentrado en lo que han
querido llamar: ‘La ruta de Madre Carmen Sallés’ que conmemoraba los próximos
125 años de la fundación de la Congregación Concepcionista, que celebraremos en
el 2017. Este encuentro se hizo para
afianzar nuestra relación con Madre Carmen, entenderla, comparar su vida con la
nuestra e intentar así, hacer de nuestro camino algo más fácil, intentando que
en lo que nos fijemos sea en los pequeños y abstractos detalles, no en lo
objetivo, en lo común que nunca hemos visto, y conseguir que nos sintamos algo
así como cuando te dan un abrazo de oso de los que te llegan al corazón,
directa o indirectamente, pero llegando, haciéndonos más fuertes.
Su vida, desde el punto de vista que conocemos, fue complicada. Lo
sabemos porque nos lo han contado, o
quizá porque nos obligaron a saberlo, este viaje ha querido cambiar eso. Ahora
cuando pensemos en Madre Carmen irá más allá de un pensamiento aprendido. Será,
más bien, una experiencia; o un recuerdo, a los que prefiero denominar ‘dones
de vida’, momentos que llegan y no se van, como las palabras invariables, cosas
que no cambian. Quizá ese recuerdo a lo largo del tiempo nos haga, seguramente
no pronto, pensar dos veces las cosas y que cuando tengamos un ratito más personal
con Dios, hablemos de esta Santa con un poco más de seguridad, de ganas, con un
poco más de corazón.
Hemos visitado lugares en los que estuvo, en los que sintió que Dios la
llamaba para estar más cerca de Él, en los que vivió, disfrutó, amó, e hizo
feliz a todo el que pudo a lo largo de su existencia, y, desde mi punto de mi
vista, ha sido fascinante. He visto que todos y cada uno de nosotros, aunque no
lo parezca, nos hemos llevado algo muy grande de este viaje,que todos hemos abierto un poco el corazón y ese ha sido el momento en el que Dios ha
aprovechado para colarse dentro de nosotros y brindarnos su enorme energía, la
que ha ocasionado después poner toda nuestra avidez en gritar lo felices que
nos sentíamos de estar ahí (aunque no fuese con esas palabras).
Todo el que ha puesto un mínimo pie en conseguir que esto sea posible
debe sentirse orgulloso, porque estoy segura, de aquí a la Luna, de que todos
los que fuimos volveríamos atrás y repetiríamos esta inesperada experiencia que
ha querido arroparnos más a aquello que une a todas esas personas que allí
estuvieron, el amor concepcionista.
Y por último, y no por ello menos importante, quería centrarme en la manera de valorar este viaje. Hemos tenido la suerte, porque así ha sido, de poder descubrir durante cuatro días, trocitos del mundo que no habíamos visto, cosa que a cada uno de nosotros nos ha impactado de una forma completamente distinta y sobre todo a esta edad adolescente que hace que cualquier cosa nueva nos haga percibir sentimientos nuevos, es decir, cada uno ve el mundo de una manera. Unos sienten con la cabeza, otros la pierden, y los pocos que sobran utilizan en exceso el corazón, pues Madre Carmen supo siempre poner paciencia a las cosas y educar a los jóvenes comprendiendo cada huequito de sí. Este viaje ha querido educar tanto a adultos como a adolescentes y creo que así ha sido y que ahora Madre Carmen nos acompaña un poquito más que antes.
Y por último, y no por ello menos importante, quería centrarme en la manera de valorar este viaje. Hemos tenido la suerte, porque así ha sido, de poder descubrir durante cuatro días, trocitos del mundo que no habíamos visto, cosa que a cada uno de nosotros nos ha impactado de una forma completamente distinta y sobre todo a esta edad adolescente que hace que cualquier cosa nueva nos haga percibir sentimientos nuevos, es decir, cada uno ve el mundo de una manera. Unos sienten con la cabeza, otros la pierden, y los pocos que sobran utilizan en exceso el corazón, pues Madre Carmen supo siempre poner paciencia a las cosas y educar a los jóvenes comprendiendo cada huequito de sí. Este viaje ha querido educar tanto a adultos como a adolescentes y creo que así ha sido y que ahora Madre Carmen nos acompaña un poquito más que antes.
Paula Ranchal, alumna de 4º ESO, Pozoblanco
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