“Realicemos los
deseos de Dios de buena voluntad, porque “sólo agrada a Dios aquel que da con
alegría”, según la Sagrada Escritura”
REFLEXIÓN DE M. ASUNCIÓN VALLS, rcm
Poco
a poco, nos va llegando en este blog el eco de la voz de Santa Carmen. Como si nos
halláramos en el más sugestivo de los paisajes, en un paraje rodeado de
montañas, y de pronto sintiéramos la necesidad de llamarla, gritando su nombre:
¡…Carmen…! ¡…Carmen…! Y las montañas nos sorprendieran con una resonancia
inesperada: ¡… Alegría… Alegría…!
¿No
entiendes “cómo puede ser eso”? No te preocupes, también María se sorprendió
ante el saludo de un ángel: “Alégrate, llena de gracia!”…
Repites:
“¡Carmen!”. El eco insiste: “¡Alegría!”. Se establece un diálogo con estas dos
palabras por argumento único. Y acabas por entender, por percibir, otros ecos
de la voz de Madre Carmen, no en las montañas sino en tu corazón: “el/la
concepcionista ha de estar siempre alegre”.
A
ver si nos aclaramos: tú percibes el eco de Carmen… Carmen percibe el eco de
María, María percibe el eco de Dios. Al ángel le responde “hágase en mí”. A nosotros nos dice “hágase en ti”, o sea “haced
lo que Él os diga”.
María se puso a cantar de contenta que estaba,
porque Dios la había mirado y la había visto pequeña; y Carmen, que también lo
cantaba (¿quién no canta alguna vez lo que oyó a su madre?)
¡Alegraos
y cantad, todos los concepcionistas, hijos de Santa Carmen Sallés, porque el
mismo Señor que miró a su pequeña sierva e hizo cosas grandes en Ella, se ha
querido detener en la pequeñez
concepcionista y ha hecho cosas grandes en cada uno… Para que cada uno
cumplamos sus deseos cantando ¡CON ALEGRÍA!
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