“Ante
las más fuertes contrariedades, debemos mantener el ánimo sereno; Dios está en
medio de ellas”
No
hay nada más fuerte que nos dé serenidad que el sentirnos amados. Cuando
tenemos la certeza de que somos importantes para alguien y esa persona está
siempre con nosotros, sacamos fuerzas cada día para vivir a tope, dando lo
mejor de nosotros mismos a pesar de las dificultades, contrariedades y
sufrimientos que la jornada nos pueda presentar.
El
sentirnos amados es como ese “ancla” que mantiene nuestro barco fijo a pesar de
las olas, la marea que nos quiere arrastrar hacia adentro o las corrientes que
confunden nuestra dirección y nos dejan sin “norte”.
Dios
en nuestra vida es esa Presencia continua e incondicional que nos susurra cada
mañana al oído, “No temas porque yo estoy
contigo”, “Nunca te dejaré solo. Yo estaré contigo hasta el final”.
Y
aquí está nuestra serenidad y nuestra fuerza: Dios, como Amigo que nos ama,
sólo desea nuestra felicidad, no quiere que suframos y, por ello, se hizo uno
de nosotros, para vivir todo lo nuestro con nosotros, cada día, viviéndolo
hasta el final. Fue su modo loco de ser amigo, es su modo loco de amar.
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