jueves, 15 de mayo de 2008

EN EL CENTRO HAY UNA PERSONA FRÁGIL, DÉBIL, CAÍDA, SIN FUERZA...

"La Trinidad Misericordiosa" de la hermana Cáritas Müller, nos remite al carácter trinitario de Dios en su relación con el ser humano: el Padre, en el círculo a la derecha, se vuelve hacia nosotros, nos acoge y abraza, oye nuestras súplicas y nos envía; en el círculo de la izquierda está el Hijo, que asumiendo nuestra frágil condición, viene a nosotros y nos manifiesta, en el servicio al prójimo, su inmenso amor; arriba: el Espíritu Santo, que nos alienta, abre nuestros ojos y nos muestra nuestra misión actual. En el centro, hay una figura humana que nos representa a todos que, con nuestras fragilidades y miserias, nuestros problemas y limitaciones, siempre somos amparados y abarcados por la misericordia divina

En el fondo de la escultura: un gran círculo, en cuyo interior se encuentra otro pequeño. El círculo grande simboliza la tierra, la creación en su conjunto; el más pequeño: la persona, el corazón del mundo. El ser humano ha recibido por vocación cuidar de la tierra, ser su guardián.

Los tres círculos exteriores, tocan, se empotran en los círculos centrales. Pero la mayor parte de los círculos se que da fuera. Dios es mayor que la creación. ¡Es un Misterio! “El reino de Dios está en medio de vosotros”. (Lc 16, 21).

La venida del reino de Dios en medio de nosotros, Jesús lo ha manifestado en toda su vida: “He venido a liberar a los cautivos a devolver la vista a los ciegos”. (Lc 14, 21-48) Y nuestra vocación como Trinitarias es continuar la obra de Dios en el mundo: “Si yo, el Señor y Maestro, os he lavado los pies, también vosotros debéis hacer lo mismo. Bienaventurados si lo hacéis”. (Jn 13, 14).


El personaje central es un ser humano. En el centro, para Dios, está la persona, débil, pequeña.... Es lo que Jesús nos ha revelado: durante toda su vida pone el centro de su vida y de su acción en los seres más pobres los más débiles, los que no cuentan para nada, los desechados. Los que sufren y los pecadores. El ser humano, cada uno personalmente, cuenta tanto a los ojos de Dios que lo coloca en el centro de sus preocupaciones. Toda la atención de Dios está centrada sobre su criatura.

“Yo te he llamado por tu nombre, tú eres mía…Eres preciosa a mis ojos, eres estimada y yo te amo” (Is 43,1ss).

El Padre en el Hijo por el Espíritu Santo se preocupan del hombre y de la mujer. ¿Quién es el Padre-Creador, quién es el Hijo Jesucristo? Su intención es idéntica. Actitudes y gestos lo demuestran: una misma atención un mismo apasionamiento los estimulan hacia el ser humano. Un mismo amor hacia la persona anima a la Santísima Trinidad.

“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Yo no hago nada fuera del Padre”. (Jn 14, 9-11).

Padre e Hijo se preocupan por la persona, creada del barro de la tierra.

La persona, en el centro, es la figura más oscura de todas. Color de tierra. Un ser creado por Dios, y que estaría sin vida, si ésta no se la hubiese dado el Creador.

“¿Qué es el hombre para que te acuerde de él, para que te preocupes de él. Lo hiciste poco inferior a los ángeles”. (Sal 8).

Es lo que recuerda el personaje de la derecha, un beso, un soplo de vida… Dios quiere tener al ser humano, un ser viviente, como interlocutor, un ser capaz de responder a su llamada a la vida. Desea un ser viviente, capaz de amar y de asemejársele.

El ser humano está en un círculo. El círculo, como símbolo de realización significa que el ser humano en su debilidad y en su miseria está llamado a la plenitud de vida y de realización.

“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. (Jn 10).

El personaje de la izquierda se inclina para besar los pies deñ personaje central. Así entendió Jesús su misión. Los dos personajes, vueltos hacia el centro, se inclinan. El de la derecha de rodillas, el de la izquierda sobre sus talones. En Jesús Dios se abaja para estar cerca de la miseria del ser humano. No le mira desde arriba, se abaja. No nos sale al encuentro en nuestras perfecciones sino en nuestras miserias.

Dios se pone al servicio, se hace servidor de la persona. Es lo que Jesús ha manifestado a sus discípulos en el lavatorio de los pies. Así el gesto del personaje de la izquierda, que sostiene los pies con sus manos, llenándolos de besos. Beso, gesto de intimidad y de ternura, que invita a la persona a dejarse amar. El amor hace libre, pone al hombre y a la mujer en pie.

El personaje de la derecha, agarra a la persona del centro como para ponerla en pie. Así el buen samaritano, y así el Padre que, al regreso del hijo, lo abraza, y lo cubre de sus besos, de su perdón.

Levantar, rodear de ternura, abrazar, cogerlo en su seno con ternura, tal es el gesto de Dios con el hombre y con la mujer. (Sal 139). Gesto de liberación que pone a la persona en pie. Gesto del Salvador Jesucristo, pues ese gesto llama al ser humano a su amor, libre, de pie.

“Al principio, el Espíritu aleteaba sobre las aguas, sobre el caos”. (Gen 1-1).

La Paloma de Fuego. Vuela sobre el ser yacente. La relación entre la Paloma de fuego y el ser humano del centro recuerda a Pentecostés. Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles, antes llenos de miedo, se vuelven testigos audaces de Jesús y del amor de Dios.