“El
verdadero amor a Dios, nos llevará a amar a los hermanos, nos unirá a ellos”.
REFLEXIÓN
DE M. DOLORES VELASCO, rcm
Hace
unos cien años M. Carmen nos comunicaba esta experiencia personal. Lo hacía
porque en su vida era una convicción. Y hoy, después de tanto tiempo no ha
perdido vigencia, ni fuerza. Sigue resonando como un eco, que pasando por
nuestros oídos, hace un nido en el corazón, porque… es tan grande, tan actual,
tan evangélico este mensaje…
El
amor es más que un sentimiento, necesita expresarse y cuando lo hace, se desata
el corazón.
¿CÓMO?
Escucha
a ver si te suena esto: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste
de beber, estuve enfermo o en la cárcel y viniste a verme. ¿Cuándo hice yo
esto? Cuando lo hiciste con alguno de mis hermanos, conmigo lo hiciste”.
A
lo mejor te extraña si te digo a ti, que ahora con los cascos puestos escuchas
este audio, que creo en ti. Y creo porque pones mucho corazón en lo que haces.
Algo
ha vibrado en mí al oír este pensamiento de M. Carmen que me ha llevado inconscientemente
a esa otra afirmación suya, esa que va dejando posos de sabiduría allí donde se
oye: “Haz lo que haces, hazlo bien, hazlo por Dios”.
Esta ha de ser la raíz y el
aire de nuestro amor: DIOS. Lo que se hace por Él trasciende al “otro”, llega
mucho más allá de cuanto podemos imaginar. Cuando se cuenta con Dios, cuando
creemos que Él es el motor que activa nuestro querer, nada queda en nosotros;
una fuerza mayor nos empuja a manifestarnos haciendo sencillamente el bien. A
veces lo oímos en forma de noticia. Y suena así:
- Una marea juvenil se pronuncia a favor de la vida.
- Centenares de jóvenes celebran la Pascua conviviendo con personas en lugares donde habitualmente no llega la Palabra de Dios.
- Acompaño grupos cuya inquietud es rehabilitar a los excluidos y marginados.
- Corazones jóvenes dedican su tiempo libre a los enfermos e impedidos.
- Muchos ancianos que viven en residencias, personas que acuden puntual o asiduamente a comedores sociales, encuentran apoyo en la sonrisa y gestos de corazones entregados.
Estos
hechos son marcas de ese amor a Dios que impulsa a amar a los hermanos, porque
en definitiva, nosotros somos quienes elegimos cómo y cuándo manifestamos el
amor.
Cuando
amamos, Jesús no nos pide que renunciemos a nada, sino que elijamos lo mejor,
porque amar es dar sin esperar nada a cambio.
Dios
creó todo por amor y nosotros somos la chispa que se le escapó a Dios en la
creación. Así que ama con todo tu corazón a los de cerca y a los de lejos,
porque al amarnos, el mundo se renueva, la vida siempre es nueva, siempre es
nuevo el amor.
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