“Si nuestro amor a Dios es sincero, huiremos de
todo aquello que, por insignificante que sea, pueda ofenderle”
REFLEXIÓN DE M. ROSA CHAO, rcm
Escuchar
este pensamiento de M. Carmen puede parecer, a primera vista, un poco difícil. Pero,
poco a poco, cuando lo he pasado por el corazón, ha ido entrando dentro de mí
la certeza de que el amor y la verdad siempre van de la mano, porque un amor
sin verdad no camina y una verdad sin amor…, sólo puede ser una piedra para
tropezar. El amor y la verdad son bellos y el amor sincero es camino de
belleza.
Amar
a Dios y en verdad, es bello, sí, de ello he leído, que además nos da coraje y
fuerza de decisión… y nos pone en acción, nos compromete.
Amar
a Dios de verdad, nos lleva a orar, a dejarnos envolver por su mirada y
descubrir que ¡Él nos ha amado primero! ¡Y
nos ama de verdad!
Amar
a Dios en verdad, es bello y nos hace descubrir que es precioso mirar a los que
nos aman, a los que tenemos cerca y, ¿por
qué no?, a aquellos que nos resulta más difícil amarlos; porque ¡Dios también les ama! Y porque ¡somos
hermanos! ¡Podemos amar sinceramente!
Así entiendo
que las cosas pequeñas, los gestos pequeños, lo insignificante es grande y en
lo pequeño puedo ofender a Dios que me ama y nos ama. Y
este camino no lo quiere M. Carmen… Ella nos pide hacer el bien, seguir el
camino de la belleza que es el amor y la verdad; en lo insignificante, porque
lo pequeño, lo eligió Jesús para entrar en el Reino.
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