Seguimos compartiendo experiencias de verano en nuestro blog. Hoy, Elisa Tirado, exalumna del colegio de Pozoblanco (Córdoba) comparte con nosotros cómo fueron esos días vividos en familia de camino a Santiago de Compostela. Gracias por llenar de momentos felices nuestro blog.
El
pasado mes de marzo comenzaba la gran aventura, ya que decidí apuntarme de
nuevo a hacer el camino de Santiago con el grupo de Quillo y las
Concepcionistas. Llegó el ansiado mes de julio, terminé mis exámenes y
seguidamente comenzaba este gran viaje, en el que iba con dos grandes amigas.
Salimos de Madrid con el grupo de las Concepcionistas y poco después nos
juntamos con el grupo de Quillo, un autobús lleno de familias y otro con
jóvenes. Sentía que ese camino iba a ser especial.
El
día 11 nos pusimos en camino desde Betanzos, éramos un grupo muy numeroso, para
lo bueno y para lo malo, pero la verdad que no hubo ningún aspecto negativo ya
que, cuando más lo necesitábamos siempre tenías a alguien cercano, ya sea un
niño pequeño para sacarte una sonrisa, alguien de tu edad que te animaba a
seguir hacia delante o quiénes podían hacer de padre o madre en el camino, que
te hacían ver las cosas desde otro punto de vista. Yo opino que en cada viaje
encuentras una familia diferente que te guardas para ti misma.
Y
llegamos a Bruma, la etapa se me hizo muy amena mientras íbamos haciendo grupo,
hablando con diferentes personas y haciendo verdaderos amigos que siempre
llevarás en el recuerdo.
Estábamos
cada vez más cerca, cada día nos poníamos una meta diferente y esta vez era
llegar a Sigüeiro. Nos poníamos en camino cada mañana con una sonrisa, aunque
muchos llevásemos ampollas o estuviésemos cansados, no era suficiente para
rendirnos. Aprovechábamos para confesarnos con Quillo, para hablar con las
Madres Concepcionistas y para encontrarnos a nosotros mismos.
Llegamos
a Santiago, cada uno había conocido sus límites, nos habíamos dado cuenta de
que cuando decimos “no puedo más” siempre podemos aguantar un poquito más.
Llevemos esto al día a día, cuando creemos que todo va mal, siempre hay algo
positivo. Seamos constantes porque la felicidad es efímera pero la satisfacción
es para siempre, no nos conformemos con poco si sabemos que podemos dar más de
nosotros mismos.
Quiero
agradecer a todas y cada una de las personas que me han acompañado en este
camino, que me han ayudado a crecer como persona y que me da ganas de volver el
año que viene. Sin duda, es una experiencia que hay que vivir, ya la he vivido
dos veces y sé que volveré de nuevo porque esa semana da para mucho.
Cada
peregrino es una flecha amarilla que llevo conmigo.
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