ECO
Nº 25 DEL PENSAMIENTO DE SANTA CARMEN SALLÉS
“El trabajo que realizamos es santificador,
un medio para encontrarnos con Dios. El Espíritu Santo, durante este trabajo,
descenderá sobre nosotros y habitará en nuestro corazón”
De
nuevo con vosotros, ¡qué alegría! ¡Me gusta tanto poder compartir aquello que
llena mi vida…!
Hoy
quiero hablaros del trabajo, de cómo todo aquello que realizamos nos ayuda a
avanzar en nuestro camino hacia el Cielo; es decir que nos conduce a ser
santos, nos santifica. Para ello nos ha dado Jesús el Espíritu Santo que habita
en nuestros corazones y nos ayuda a comprender las enseñanzas de Jesús y a
realizarlas con amor y coraje. Esta presencia actúa en nosotros como un soplo
que nos infunde una vida nueva, una fuerza nueva, un dinamismo increíble que
nos hace trabajar con amor, con alegría y responsabilidad, sin desanimarnos y
sin dejarnos caer en la tentación de la mediocridad. ¡Ah!, es muy importante
que escuchemos al Espíritu Santo, y sigamos sus inspiraciones, y estad seguros,
son siempre para hacer cosas buenas y para hacerlas bien. ¡Qué maravilloso es
Jesús para con nosotros! Como sabe que somos débiles, que nos desanimamos, nos
ha dado su Espíritu, así podremos trabajar siempre con nuevas fuerzas,
avanzando hacia el Cielo.
Ya
sé que no es fácil hablar del trabajo. Cuando lo tenemos, nos sentimos
angustiados; nos acecha la pereza y la falta de responsabilidad; y cuando no lo
tenemos nos preocupamos, sobre todo mirando al futuro; por eso precisamente es
importante que hoy aprendamos una manera nueva de trabajar.
En
primer lugar recordamos lo que ya sabemos: el trabajo es bueno y necesario;
tenemos derecho a trabajar; trabajando se desarrolla nuestra personalidad. El
trabajo es vinculo de unión con los demás seres; fuente de recursos para
sostener la familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad en la que
vivimos, y al progreso de toda la humanidad. ¡Qué bonito y qué comprometedor!
Pero además, para un cristiano, esas perspectivas aumentan y se amplían, porque
el trabajo aparece como participación a la obra creadora de Dios y porque,
además, al haber sido asumido por Cristo, porque Él también trabajó, el trabajo
se nos presenta como realidad redimida y redentora, se presenta como medio y
camino de santidad, un medio para encontrarnos con Dios. Sí, el Señor se hace
presente en nuestro trabajo; lo realizamos con Él y por Él. San Pablo nos dice:
“Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres”.
No olvidéis, también
que a quien desea ser santo, no le basta trabajar; debe trabajar bien,
empeñándose. Recordáis mis palabras: “Haz
lo que haces, hazlo por Dios y hazlo bien”. Cuando yo enseñaba a las niñas
y a mis religiosas, les decía esto desde el fondo de mi ser. Yo había vivido
esa experiencia maravillosa; desde muy niña lo descubrí con alegría, pues así
lo aprendí de mis padres y luego lo guardé en mi corazón como un tesoro. Yo
sentía cada día que si en mi corazón hacía presente la memoria de Jesús y le
contaba lo que tenía que hacer aquel día, en aquel momento preciso, su
presencia se hacía más viva en mí y así “con
Jesús trabajando, con Jesús
caminando…”, todo era más fácil, yo lo hacía con esmero para agradarle a Él
y eso me hacía feliz. Hoy te quiero invitar a vivir esta experiencia de trabajar
con esmero, primorosamente, con responsabilidad, con amor y perseverancia; en
resumen, hacerlo todo con Jesús y verás cómo tu vida será más bella y más
gozosa.
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