Un grupo de alumnas del colegio de Segovia son hoy las protagonistas, contándonos su experiencia del Camino de Santiago que realizaron con un grupo de jóvenes de la Parroquia de Quillo, de Toledo y de varios colegios Concepcionistas. ¡Enhorabuena y muchas gracias!
Esta es una historia que dio comienzo
así: ninguna de las que nos apuntamos había hecho “el camino” por lo que era
una nueva experiencia y no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar. La primera
sorpresa la encontramos nada más subir al autocar que nos recogió en San
Rafael, en el que encontramos un
ambiente muy acogedor y agradable. Éramos un grupo formado por gente de Toledo,
Madrid, San Lorenzo de el Escorial y nosotras, de Segovia.
Desde el primer día, después del viaje
en autobús, comenzamos a caminar. El cansancio se fue haciendo presente; la etapa de cada día, con sus kilómetros de
subidas y bajadas; los madrugones, la falta de descanso al no poder dormir en
el “cómodo colchón de tu cama”, sino en el suelo, a veces con frio y falta de
espacio, acaba pasando factura. Cada día era un nuevo reto: ¿seré capaz de
superar hoy la etapa?
A mitad de semana nos enfrentamos con la
etapa más dura: ¡38 Kilómetros! Caminamos por la mañana y por la tarde. Cuando
parecía que ya ibas a llegar, aún quedaba “otro kilómetro” por recorrer. Estaréis
pensando: ¡pues menuda aventura! … Sin embargo, curiosamente, todas coincidimos
en que es una experiencia que merece la pena vivir. Al regreso el comentario
común de todas nosotras era: “Yo repetiría el camino una y mil veces más”. Es
una experiencia que hay que “vivir”, no se puede contar; hemos podido aprender
que nunca se empieza el camino como se acaba; sientes que algo por dentro te ha
hecho cambiar.
El Camino no consiste solo en caminar
cada día un montón de kilómetros para comprobar si eres o no capaz. El camino
es un lugar de encuentro con personas, con muchas de las cuales acabas haciendo
una bonita amistad. Es una oportunidad para apreciar la magia del paisaje, la
belleza de la Creación, experimentar el silencio en medio de la naturaleza; una
experiencia de superación e interiorización.
Los responsables del camino y los
monitores, nos fueron ayudando a descubrir la riqueza que ofrece el camino,
especialmente Quillo, sacerdote de Toledo y M. Nieves, Religiosa Concepcionista
de San Lorenzo de El Escorial, que intentaron hacer que cada día fuese una experiencia nueva y
positiva, ayudando, animando y apoyándonos en todo momento.
Por la noche además de un pequeño rato
de encuentro y oración, terminábamos con una divertida velada en la que, mejor
o peor, cada uno intentaba aportar su granito de arena para crear un ambiente
de cercanía y familiaridad. Al final del día dormir en el saco era todo un lujo
y, al meterte en él, y a pesar del
cansancio, sentías una gran alegría y satisfacción interior.
Hemos tenido la oportunidad de compartir
grandes momentos con gente con la que no esperabas congeniar; poco a poco vas
descubriendo en algunas personas grandes valores como la humildad, la
generosidad, la sinceridad, la cercanía y la ayuda desinteresada. El camino es
una buena escuela para aprender a convivir
y también para descubrir la importancia de respetar, pues en algunos
albergues compartes las instalaciones con otros peregrinos que también
necesitan descansar. Hemos aprendido cómo comportarnos y actuar en cada momento
y lugar.
Hemos traído la mochila más cargada que
cuando salimos de nuestra casa, no solo por los muchos regalos y recuerdos con
los que nos han ido obsequiando: gorras, pulseras… sino también por las
personas que se han quedado grabadas en el corazón. ¡Gran experiencia…mejores
personas!
Deseamos repetir el camino de Santiago
en un futuro no muy lejano. ¡VIVA EL CAMINO DE SANTIAGO!
Laura de Andrés, Gracia Martín, Elena
Marina, Andrea Hidalgo, Anabel Martín,
María Bernabé, Elena Olivar, Inés del Barrio, Marta Martín, Raquel García y María Arévalo. (Alumnas del Colegio de Segovia)
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