La reflexión del ECO de hoy nos llega a España desde otro continente, África, y nos la escribe M. Victoria Zorrilla, burgalesa de nacimiento y misionera en tierras africanas prácticamente durante toda su vida como religiosa, desde 1975. Ha estado destinada en la República Democrática del Congo muchos años, cuando estalló la guerra en aquella tierra, tuvo que huir a la R. del Congo y permanecer allí refugiada hasta que se estabilizó la situación. Toda una vida de entrega a la misión, dándolo todo, con mucho valor y apoyada sólo en Jesús y María Inmaculada.
Ella pone hoy voz a Santa Carmen Sallés, pero estas podrían ser también sus palabras, desde su experiencia, porque M. Victoria ha buscado siempre hacer la voluntad de Dios por encima de todo y ha ofrecido su amor como misionera a niños, jóvenes, religiosas que ha tenido a su cargo como formadora, familias... tantas y tantas personas que han bebido de su fuente, llenándose, para dar.
Gracias M. Victoria porque nos transmites el Evangelio con tu ser y con tu hacer. Desde España los amigos del blog rezamos por ti y la misión que tienes encomendada.
ECO Nº 9 DEL PENSAMIENTO DE CARMEN SALLÉS
“Si creemos en el amor de Dios, llevaremos a cabo todo lo que entendemos que es su voluntad”
“Si creemos en el amor de Dios, llevaremos a cabo todo lo que entendemos que es su voluntad”
¡Qué alegría nos da encontrarnos hoy contigo Madre Carmen! Saber cómo
pensabas es para nosotros hacerte más presente en nuestra vida, por eso
queremos preguntarte: ¿Cómo fue tu experiencia del amor de Dios? ¿Qué cambió en
tu vida cuando descubriste que Dios te amaba?
Desde muy niña descubrí que Dios me amaba con un amor inmenso. Mis padres, José y Francisca me lo repetían con frecuencia, me enseñaron a descubrirlo leyendo el Evangelio y la vida de los Santos y yo les veía que ellos hacían muchas cosas buenas porque sabían que Dios les amaba.
Desde muy niña descubrí que Dios me amaba con un amor inmenso. Mis padres, José y Francisca me lo repetían con frecuencia, me enseñaron a descubrirlo leyendo el Evangelio y la vida de los Santos y yo les veía que ellos hacían muchas cosas buenas porque sabían que Dios les amaba.
Cuando empecé a sentirme amada por
Dios, mi Padre del cielo, mi vida cambió. Comencé una experiencia nueva de gozo
interior, mi alma se llenaba de paz, se alejaba de mi corazón todo sentimiento
de temor, me veía envuelta como en una nube rebosante de confianza; Dios me
llevaba en su corazón, yo no tenía más que escucharle y hacer lo que Él me
decía.
¡Qué fácil me resultaba entonces crear espacios en mi vida para estar junto a Él haciéndole compañía y diciéndole que yo también le amaba! Me sentía muy pequeña y tenía necesidad de darle las gracias por su gran amor. A veces el fuego de mi amor por Él se expresaba en una exclamación que desbordaba de mi corazón: “¡Mi Dios y todas mis cosas!”. Sí, Él era todo para mí. En Él estaba todo mi querer; mi voluntad era hacer su voluntad. Me gustaba repetir con frecuencia la frase del salmo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso quien se acoge a Él”, para invitar a todos a hacer la misma experiencia.
¡Qué fácil me resultaba entonces crear espacios en mi vida para estar junto a Él haciéndole compañía y diciéndole que yo también le amaba! Me sentía muy pequeña y tenía necesidad de darle las gracias por su gran amor. A veces el fuego de mi amor por Él se expresaba en una exclamación que desbordaba de mi corazón: “¡Mi Dios y todas mis cosas!”. Sí, Él era todo para mí. En Él estaba todo mi querer; mi voluntad era hacer su voluntad. Me gustaba repetir con frecuencia la frase del salmo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso quien se acoge a Él”, para invitar a todos a hacer la misma experiencia.
Querer hacer en todo momento la voluntad de Dios me llevó a vivir un largo
camino de búsqueda hasta descubrir dónde me quería el Señor. Yo siempre le
pedía luz y ayuda para ver lo que era de su agrado y poder realizarlo. Muy
importante fue para mí el vivir la fidelidad a la voluntad de Dios en las cosas
pequeñas de cada día, ese hacer las cosas bien y con rectitud de intención: “Haz lo que haces, hazlo bien y hazlo por
Dios”.
Un deseo muy grande de complacer en todo a Dios habitaba mi corazón, para
ello era necesario cuidar mis pensamientos, mis palabras y mis acciones, para
que fuesen de su agrado. Pensar que podía hacer el mal y ofenderle me
entristecía y me hacía sufrir. Yo siempre buscaba imitar a la Virgen
Inmaculada y velaba para que no hubiese
ninguna sombra de imperfección en mi alma.
Así quise yo vivir mi vida desde el amor de Dios. ¿Quieres hacer también tú
la experiencia? Encontrarás la felicidad!
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