El día 31 de mayo solemnidad de la Santísima
Trinidad, deseando sumergirnos en ese misterio de comunión y fraternidad y buscando
a Dios en y con nuestras hermanas, algunas de las comunidades más cercanas a la
Casa General, acudimos para felicitar a M. Isabel Moraza, nuestra Superiora General,
y con ella, unirnos a todas las hermanas de la Congregación para dar gracias.
En todas nosotras junto a M. Isabel, también resonaba
este día el eco de la oración de María cuando visita a su prima, sus palabras
de reconocimiento de la grandeza, de la misericordia de Dios en cada una de
nuestras vidas, débiles, necesitadas y vulnerables. Y es curioso que María sólo
canta la misericordia y la grandeza de Dios en su pequeñez cuando se encuentra
con la “hermana” (aunque fuese su prima). Y es que la misericordia de Dios tiene
en nuestras vidas rostro de hermana, rostro de fraternidad.
Después de una Eucaristía compartida y profundamente
participada, presidida por el P. Rafael Belda, en torno a una pequeña gruta de
la Virgen de Lourdes que está en el jardín, nos dimos cita para rezar el
rosario. Allí, mientras recitábamos las Aves Marías, quisimos sentir en
nosotras a María hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa y Templo del Espíritu
Santo, y desde ahí, sentirnos más profundamente concepcionistas hoy, porque con
Ella, nosotras también nos sabemos y sentimos BENDECIDAS Y AGRACIADAS.
Al finalizar, una comida fraterna que se inició con
una bendición especial, la LUZ de un farol nos volvía a recordar el objetivo
educativo de este curso escolar: “CONTIGO NUESTRA LUZ ES MÁS”, y éste fue el
mensaje transmitido: Seguir siendo Luz de María para el mundo, iluminando
corazones, vidas de tantas y tantas personas que se relacionan con nosotras.
Después de comer, M. Isabel nos dirigió unas
palabras de agradecimiento por la presencia de las hermanas de Congregación y
nos compartió acerca de su último viaje a la Provincia de Brasil donde ha
pasado la visita pastoral. Nuestra Madre General nos animó a seguir adelante,
cada una desde la misión encomendada, como hijas del corazón de una gran mujer
que nunca supo lo que era amedrentarse ante lo que -a los ojos humanos- sólo
aparecía como una dificultad. M. Carmen supo siempre arriesgar, seguir…, y
nosotras, con esa pasión, queremos seguir adelante.
M. Isabel, tomó en sus manos una vela de Pascua, que
había recibido en Brasil y nos invitó a pasárnosla unas a otras, a mirarnos a
los ojos y bendecirnos mutuamente y con ello, ser portadoras unas para otras de
la bendición de Jesús.
Con la bendición del Padre, el amor del Hijo y la
gracia del Espíritu Santo, nos despedíamos todas hasta el próximo encuentro
comunitario, después de cargas pilas fraternas para continuar con los
quehaceres cotidianos desde las comunidades respectivas.
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