Cara de pasmados se nos queda cuando no entendemos nada, cuando esperamos otra cosa y quedamos contrariados ante lo que sucede a nuestro alrededor...
Los discípulos de Jesús también esperaban vencer, ganar, a su modo, a los judíos, romanos y demás perseguidores o contrarios a su "equipo", sobre todo cuando al ver a Jesús Resucitado nace de nuevo la esperanza y saben que el bien a vencido al mal, que la vida ha podido con la muerte... Se sienten victoriosos, pero Jesús celebra sus victorias de otra manera, no quiere copas ni reconocimientos, porque su trofeo está en el Cielo. Y los deja así, pasmados, cuando Asciende al cielo y "desaparece". ¡Pobres discípulos! ¡Qué cara se les quedó! Miraban y miraban, pensando que quizá, detrás de la nube aparecería de nuevo Jesús... Y son dos ángeles los que les hacen reaccionar con sus palabras:
"Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? El mismo Jesús, al que habéis visto subir al cielo, volverá..."
Sólo la fe les ayudó a comprender la situación que estaban viviendo. Una fe firme y fuerte, una fe ciega... Una fe vivida en compañía, ya que regresaron juntos buscando el consuelo de María, que aguardaba en el Cenáculo a los "pasmados" apóstoles. De nuevo, en silencio y en oración, en comunidad, irían comprendiendo que habían sido TESTIGOS de Jesús y una vez más, sentían la urgencia de TESTIMONIAR lo que habían visto y oído... Sólo les faltaba una cosa, que no tardará en llegar, la última experiencia fuerte: EL FUEGO DEL ESPÍRITU que les lanzará a salir con valentía de su asombro y postración, de sus bloqueos y miedos.
Jesús nos deja pasmados en muchas ocasiones, pero nunca olvides de lo que has sido testigo. Recuerda y vive que eres TESTIGO DE JESÚS RESUCITADO, aunque muchos no te comprendan ni entiendan lo que haces.
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